Juan, 45 años, Madrid

“Soy Oscar, madrileño, un trabajador como cualquiera, que vive al día y cuida cada céntimo que gana.

Compré mi Peugeot 208 con motor PureTech en 2017, después de ahorrar durante años. Era mi primera gran inversión y estaba convencido de que estaba haciendo lo correcto para mi familia. El coche prometía ser económico y fiable, ideal para mi trabajo como repartidor y para las escapadas familiares.

Pero a los 65,000 km, empecé a notar un ruido extraño al arrancar. El coche también parecía perder potencia, y el indicador de aceite se encendió de repente. Pensé que era algo menor, quizás un cambio de aceite necesario, pero al llevarlo al taller, recibí la peor noticia. La correa de distribución, que se supone debe durar muchos más kilómetros, se había desgastado prematuramente. Lo peor era que, al estar sumergida en aceite, los fragmentos de caucho habían contaminado todo el motor, dañando otras piezas vitales. Me dijeron que la reparación costaría 3,500 euros.

¿De dónde iba a sacar ese dinero?

Pedí ayuda a familiares y amigos para cubrir los costes, pero el daño estaba hecho, y el coche nunca volvió a ser el mismo. Me siento profundamente engañado y traicionado por la marca. ¿Cómo puede ser que un coche relativamente nuevo tenga un fallo tan grave y la empresa no se haga cargo? Después de investigar, me di cuenta de que hay muchos como yo, gente humilde que compró estos coches con la esperanza de tener un vehículo fiable, y que ahora enfrentan el mismo problema. Por eso me he unido a la reclamación contra Stellantis.

Quiero que se haga justicia, que reconozcan su error y que compensen a todos los afectados. No es solo el dinero; es la indignación de haber sido ignorado como cliente. Si no luchamos, seguirán ignorándonos. La indemnización que espero no solo cubrirá los costes de reparación, sino también la pérdida de valor de mi coche, que ahora es mucho menos de lo que pagué debido a este problema tan conocido.”